Mélo old school
Ferrari es un melodrama de la vieja escuela ambientado en Módena, en 1957, un año crucial durante el cual convergen todas las lÃneas de conflicto que atraviesan la vida del Commendatore, en el plano matrimonial, económico y deportivo. También será la última edición de La Mile Miglia, una carrera automovilÃstica legendaria en Italia que terminó ese año con una tragedia humana en las afueras del pueblo de Guidizillo (diez muertos y un centenar de heridos). Desde el punto de vista estilÃstico, Mann opta por una forma de clasicismo lÃrico, significado desde el principio de la pelÃcula por la llegada simultánea de un piloto y un grupo de ópera a Módena, y más tarde, por una larga secuencia que tiene lugar en la Ópera. cuando, al son de Parigi, o cara de Verdi, los recuerdos enterrados salen a la superficie de los distintos protagonistas.
Cuestiones de estilo
Michael Mann no habÃa hecho una pelÃcula en ocho años. El fracaso comercial y crÃtico de Hacker (2015) le habÃa obligado a volver a tomar caminos traicioneros (dirigir el episodio piloto de la serie Tokyo Vice, escribir Heat 2, su primera novela), como lo habÃa hecho a mediados de los años 1980 tras la mixta Éxito de El sexto sentido. Además, la forma muy refinada de Ferrari, de un clasicismo desconcertante para algunos, evoca la de El último mohicano, su pelÃcula de su primer regreso en 1992, y podrÃa significar, si no un paso atrás, en cualquier caso un deseo de volver a un estilo más directo, más legible, aparentemente menos atrevido que Hacker, Public Enemies y por supuesto Miami Vice.
La historia de una contradicción existencial££££
Pero también podemos hacer Otra hipótesis: a sus 80 años, Mann realizó con Ferrari su pelÃcula más compacta con una claridad estilÃstica impresionante. Si ganó en precisión lo que abandonó en la experimentación (aunque, durante las secuencias de carreras, reinventa la puesta en escena del género en algunos planos), es porque optó por volver a centrar su pelÃcula en sus personajes y, más precisamente, en lo que impide y los eleva al mismo tiempo, es decir, esta contradicción existencial que siempre ha perseguido sus pelÃculas. “¿Cómo terminan estas oposiciones en la mayor parte de nuestras vidas?â€, dijo Mann. Nos sentamos en un sillón, frente al televisor, y morimos sin que nada se haya resueltoâ€. Nota del editor: gracias a Jean-Baptiste Thoret, que proporciona aquà extractos del artÃculo publicado en Positif en marzo de 2024.